Tusk (Kevin Smith, 2014). Colmillos de morsa en el frio Canadá.

Una conversación pasada de vueltas con amigos me ha hecho recuperar Tusk, del descerebrado e irregular Kevin Smith. 
Recuerdo que en su día la descarté, la critica la había machacado bastante y llegué a empezar a verla, pero no duré ni diez minutos, yo esperaba con ansias aquel Kevin Smith que habíamos descubierto en su anterior Red State (2011), pero me aterraba volver a encontrarme con aquel humor de tufo indie que tanto aborrecía, del que siempre ha hecho gala Smith a lo largo de su carrera y del que yo me había desmarcado hacía mucho tiempo.
Lo reconozco, yo también la ninguneé. Error. 
Lo que empezaba como una peli de humor de las que podría haber firmado en otras ocasiones, con dos protagonistas tontines modernetes elaborando su influencing podcast y riendo desgracias ajenas en las redes, acaba con lo que he acabado por considerar, sin dudarlo, su segunda mejor película. Cerca de Red State en calidad y originalidad, aunque jugando en distintas ligas. 
En Red State demostró que era capaz de filmar acción y terror con una tensión y resultado que nos dejó sorprendidos, a la altura de los mejores en este género y un soplo de aire fresco por aquel entonces, hace diez años. De hecho, ¡fue ganadora en el Festival de Sitges!, mejor carta de presentación para un nuevo rumbo cinematográfico imposible, ¿Estábamos realmente ante un nuevo Kevin Smith? Fue muy ilusionante, ya que su legado se estaba resquebrajando, dando signos de auténtica fatiga, con innumerables ejemplos de films de humor irregulares, repetitivos y cansinos con segundas partes de Clerks, Bobs silenciosos y algún que otro desastre marca de la casa... Únicamente en la precedente Dogma (1999), aunque también algo encasillada, habíamos atisbado que quizás algún día podía sorprendernos con "algo más"...
Tusk se adentra en otros derroteros. El puro horror. 
Con buena dosis de humor negro y ácido, si, pero justo el humor que nos gustaría disfrutar siempre de Smith, abandonando el desgastado humor pseudo indie de Mallrats y Clerks que tan buena repercusión le aportó, pero que ya no da más de si. 
La conjunción de humor-horror de Tusk es de los que te remueven el estómago y el alma sin poder evitar reírte, pero que te deja desconcertado, acabando el visionado con una verdadera sensación de incredulidad... ¿Qué demonios acabas de ver? Te deja impactado, horrorizado e incluso triste a la vez.
Claro que la situación imaginada es de lo más horrible, caer secuestrado en las manos de un atroz mad doctor, de dificultosa psicoanálisis (gran Michael Parks, que ya había protagonizado su anterior Red State), y servirle de experimento. Pero no como simple locura de psycho-killer al uso, sino un experimento total, de carácter metamórfico kafkiano absolutamente absurdo, transformar al dichoso humano (sorry, va spoiler!) en una maldita morsa! Horror vital, una directa experimentación humana que hubiese fascinado al mismísimo Mengele.
Se le pueden sacar pros y contras, la película no es redonda, pero ni falta que le hace, ya que su impacto vital es sobrecogedor. 
Lo dicho, Tusk, película a reivindicar, al igual que reivindicar a, ese, Kevin Smith que parece continuamente volver a estar perdido no sé bien donde. Es frustrante pensar en la de buenos momentos que podríamos estar disfrutando en vez de tanta perdida de tiempo en la que parece estar sumido.

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